Los campamentos de verano, desde hace muchísimas décadas, vienen siendo el recurso para la mayoría de los padres trabajadores que una vez que termina el colegio, no pueden mantener a los niños en casa durante tanto tiempo de vacaciones de que disfrutan. Con los años, los campamentos han evolucionado en muchos aspectos, se han sofisticado, se realizan en instalaciones cada vez más lujosas, y se ha incrementado sobremanera la oferta y la competitividad, todo ello siguiendo la demanda existente y las cada vez mayores exigencias del mercado y los padres. Sin duda toda esta evolución ha sido tremendamente positiva en pro de su calidad.

Sin embargo hay un aspecto en el que se ha empeorado sobremanera, cualquier organizador de campamentos nos daría la razón, y es el de la impuesta en muchos casos comunicación frecuente de hijos con sus padres. Las nuevas tecnologías ciertamente lo ponen cada vez más fácil (cualquier niño de más de 10 años ya prácticamente tiene teléfono móvil), y somos nosotros mismos los que recomendamos traer los móviles a los campamentos, a aquellas familias que nos imponen claramente la necesidad de hablar con sus hijos a diario (lo que se permite en muchos de ellos, incluido el nuestro), simplemente para no colapsar el teléfono fijo de las instalaciones.

Probablemente no hará más de 20 o 25 años cuando los niños que atendían a campamentos de verano durante 15 días hablaban una vez como mucho con sus padres, sino ninguna. Antiguamente también existía lo que se llamaba el día de padres, que solía ser un día durante el fin de semana de mitad de quincena, en el que los padres podrían visitar a los niños, y que en la actualidad prácticamente no se estila en ningún sitio. En aquella época tenía algo más de razón de ser, ya que no se hablaba con los niños durante un campamento, y cuando había un problema, sin duda los padres eran llamados por los monitores de los campamentos para comunicárselo al minuto. En aquel campamento del año 1982 en Gavilanes, en la Sierra de Gredos, en el que en una marcha de senderismo unos cuantos desviamos al grupo hacia una zona peligrosa, no tardaron los monitores cuando llegamos los extraviados ni cinco minutos en avisar a nuestros padres de que estaríamos pelando patatas toda la semana castigados. Y así fué, en esa ocasión no hablamos con nuestros padres tampoco.

Hoy en día no han sido pocos los padres que nos han dicho que "contrataban nuestro campamento" porque podían hablar todos los días con sus hijos, entre otras muchas cosas lógicamente, pero para nuestra sorpresa esta es una de ellas. En nuestros campamentos de verano, el teléfono móvil permanece en nuestras manos hasta la hora de las llamadas, que es de 8:00 a 9:00 de la tarde. No es extraño ver a niños que han tenido un tremendo día de diversión, están perfectamente integrados con sus amigos, comen como ya sabemos que se come en nuestro campamento, es decir casi podríamos decir que el mejor del país en cocina (ver fotos reales de lo que comemos en nuestros campamentos en nuestros programas mismamente), pero llega la llamada de por la noche, y aunque son casos aislados, siempre va a haber alguno que se pone a llorar y pide volver a casa con sus padres. Estos son los casos evidentes de que el "destete" no se va a conseguir en nuestro campamento, o en ningún otro.

Sin embargo, aunque en nuestra opinión, hablar con los hijos podría hacerse razonablemente cada 3 o 4 días máximo, esto lo dejamos a la elección de los padres, y cada familia que decida lo que es más beneficioso para sus hijos cuando atienden a un campamento de verano. Entendemos que si eligen el nuestro, o el que elijan, no será por desconfianza en el organizador.


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